Tanto si se trata de pegar un bocado mientras estás en la mesa de oficina entre reuniones como si se trata de engullir el desayuno antes de ir a trabajar, todos somos culpables de no sacar suficiente tiempo para una comida en algún momento de nuestras vidas. Pero mientras que la mayoría de nosotros sabemos que comer con prisas no es exactamente la forma más sana de rellenar el depósito, la extensión real del daño que puede hacer a tu cuerpo el hecho de comer con prisas es impactante.
Además del aumento de peso –y el malestar obvio que proviene de llenar excesivamente el estómago (aliento, gases, hinchazón e indigestión), estás en riesgo de tener graves complicaciones de salud. Engullir comida puede aumentar el riesgo de relujo gastroesofágico, estrechamiento del esófago, hemorragia o la condición precancerosa de Barrett. El estudio mostraba que la ingestión de una comida de 690 calorías en cinco minutos en vez de hacerlo en 30 minutos tenía como resultado en un 50% más de episodios de reflujo ácido.
Cuanto más rápido comes, más aire entra en tu cuerpo, lo cual te hincha y te da esa sensación incómoda de estar lleno. Conscientemente disminuye el ritmo adoptando este hábito: deja en la mesa el cuchillo y el tenedor entre bocados o, si estás comiendo algo con las manos, como pizza o un bocadillo, déjalo conscientemente en el plato entre bocados. Además, incorpora alimentos que sean más difíciles de comer, como el pomelo, en tu dieta, lo cual te ralentizará de forma natural.
Los nutricionistas dicen que muchas mujeres de forma subconsciente empiezan a asociar el sentirse estresadas con el comer deprisa mediante la máquina expendedora de comida de la oficina. Es más, cuando estás estresado, es menos probable que saborees el sabor de los alimentos o que respondas a la sensación de saciedad. Intenta masticar un chicle la próxima vez que sientas deseos de comer como respuesta al estrés.