¿Te apetece una tostada calentita? ¡El pan vuelve a estar dentro del menú! Pero, ¿qué hogaza es mejor para ti?
Tanto si formas parte del dos por ciento de las personas que son alérgicas al gluten, como si formas parte del 25 por ciento que se identifica como intolerante al gluten, todo el mundo tiene una opinión sobre el pan. Y no siempre es una opinión favorable.
Gracias a la labor de los evasores de carbohidratos habituales y a los comprometidos guerreros anti-trigo, el humilde pan está pasando por una seria crisis de imagen en estos momentos.
Pero, ¿realmente deberíamos estar saltando al tren de la dieta sin pan?
El pan contribuye en un 10 por ciento a nuestra ingesta diaria de proteínas, tiamina, niacina, ácido fólico, hierro, zinc, cobre y magnesio, y en una quinta parte de la fibra y el calcio que necesitamos. La variedad integral, además, proporciona mucha vitamina B (que ayuda al cuerpo a convertir los alimentos en energía eficiente), hierro (para transportar oxígeno por todo el cuerpo), zinc (para el crecimiento de las células, y luchar contra infecciones y curarlas), nutrientes antioxidantes como la vitamina E y el selenio (que protege las células del daño causado por sustancias tóxicas), y fitonutrientes (sustancias vegetales que ayudan a proteger contra enfermedades).
Una lista impresionante, ¿verdad? Suena como si una rebanada de esto fuera en realidad bastante sana. Sin embargo, no se trata de una invitación para hartarse del pan blanco procesado. El pan puede ser una adición nutritiva y sabrosa en tu dieta; el truco está en elegir la rebanada adecuada.