Consumimos calorías disponibles de carbohidratos antes de consumir calorías de grasa, del mismo modo que una persona hambrienta consume la fuente de comida más disponible en ese momento, el cuerpo humano siempre consume la fuente de energía que se puede convertir más fácilmente. Es fácil para el cuerpo convertir carbohidratos en energía rápidamente porque su estructura molecular es más simple. Por eso ansiamos comer carbohidratos cuando no hemos comido durante un tiempo o inmediatamente tras un ejercicio intenso. En contraste, las moléculas de grasa son más complejas y requieren energía y tiempo adicionales para convertirse en energía (o quemarse).

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Nuestro cuerpo nos dice que busquemos más comida antes de utilizar las reservas almacenadas, de modo que, cuando necesitamos energía, experimentamos la apetencia de más carbohidratos antes de que el cuerpo utilice sus reservas de grasa sobrante. También comemos más deprisa, y normalmente son necesarios entre 10 y 15 minutos desde el momento en que ingerimos la comida hasta que el hambre se sacia. Cuando nos tomamos tiempo entre platos o picoteo para digerir la comida, el hambre se sacia con sólo la cantidad de calorías que requiere. Pero cuando comemos rápidamente, a menudo pensamos que aún tenemos hambre y seguimos comiendo incluso cuando ya hemos ingerido más calorías de las necesarias. A veces confundimos la sensación de sed como hambre y en vez de beber agua empezamos a comer.

La comida disponible de forma rápida causa que nuestro metabolismo se estabilice en el nivel más alto de grasa, cuando añadimos grasa, aumenta la tasa metabólica basal diaria de calorías. Cuando el hambre solía ubicarse en 2500 calorías al día, ahora estas personas requieren unas 3000 calorías al día para no sentir hambre. Mientras la comida está disponible fácilmente y la gente escuche a su estómago (hambre) en referencia a la cantidad de comida, su peso aumentado se mantendrá estático.

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No estamos programados biológicamente para el tipo de alimentos que tomamos hoy en día, nuestra comida es muy distinta de la comida de cuando se desarrolló nuestro programa biológico preparado para almacenar energía, ahora contiene mucha grasa. Nuestros antepasados seguían en su mayoría una dieta vegetariana y baja en grasa. La grasa era tan poco frecuente y tan útil que nuestras papilas gustativas evolucionaron para anhelarla.

Hoy en día, por desgracia, este deseo sensorial ha sido explorado por nuestros proveedores de alimentos.